A David Lean, 'in memoriam' (1808-1991)


¡Cáspita! -que diría algún entrañable personaje de tebeo-, casi se me olvidaba. Esta semana se celebra el centenario de David Lean, y yo sin rendirle mi pequeño homenaje. ¿Qué quién es David Lean? Sí, seguro que lo conoces, aunque a lo mejor no lo sepas. A ver si te suenan: Lawrence de Arabia, Dr. Zhivago, El puente sobre el río Kwai, La hija de Ryan, Breve encuentro, Pasaje a la India... Si no tienes la mala suerte de ser de ésos (o ésas) que dicen, así por norma: "Ah, no, yo de guerra es que no me gustan", o en su modalidad rosa: "¡Uy, de amores, ni loco!" , pues entonces seguro que has visto alguna de esas obras maestras antes citadas.

Para el que quiera saber datos varios sobre Lean, que se vaya a la Wikipedia, que copiar por copiar es tontería. Por mi parte prefiero alabar la magia de sus planos, la increíble plasticidad de sus composiciones, sus encuadres de vértigo, el impacto visual de los colores en pantalla... Eso, sin pasar a hablar de la música, casi siempre con Maurice Jarre regalándole partituras impagables, o los intérpretes. ¿Cuándo Alec Guinness fu más Alec Guinness que en El puente sobre el río Kwai?; Tendría Peter O'Toole que vivir varias vidas para encontrarse con un papel más a su medida que el de Lawrence de Arabia. Y en cuanto a Omar Shariff, esa deslumbrante aparición en el desierto en esa misma película diría que sigue siendo la presentación más espectacular de un personaje de toda la historia de cine (muy cerquita de la de Ursula Andress en Agente 007 contra el Dr. No).

Las películas de David lean son pura poesía cinematográfica. Creo que es uno de los pocos ejemplos en los que son igual de hermosas y emocionantes las historias que se cuentan y el modo en que se cuentan. Ver cualquiera de las obras de Lean supone abandonar todos los sentidos al deleite. Son largas, ojo, pero con un buen café, o copa o lo que uno prefiera, puede hacer de una tarde de fin de semana una experiencia tan deliciosa como interesante (para variar).

Y como muestra, un botón. Unos minutos de Lawrence de Arabia. Fabulosos. Homéricos. Portentosa elipsis de la cerilla que se apaga a la inmensidad del alba en el desierto.