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Es la casa de Dios... ¡Pasen por caja!

Pido disculpas ante todo por colocar aquí esta foto tan mala. Está tan movida porque la hice sin flash y con bastante rapidez después de que por dos veces me impidieran hacerla en condiciones. Por alguna razón, a los señores que controlan la entrada a la Christ Church Cathedral (o Catedral de la Iglesia de Cristo) no les hacía gracia que tirase un retrato de tan linda estampa: una caja registradora en la misma entrada. No en el acceso desdeel patio, ni en el rellano; ni una discreta mesa con una caja de puros para guardar las monedas; no. Una caja registradora en lo que se supone que es ya suelo santo.

Parece ser que en Dublín, además de estar dividida la población entre dos equipos de fútbol, también lo están por sus dos catedrales. Hay quien apuesta por la Christ Church Cathedral, que empezó a construirse en 1038, y quien prefiere la más señorial St. Patrick’s Cathedral, de 1191. Vaya, lo mismo que ocurre en Sevilla con la Macarena y la Trianera, pero en plan coleccionista de Exin Castillo (para muestra, la imagen de abajo de la Christ Church). Claro que al parecer, en su día, los partidarios de uno y otro templo se zurraban de lo lindo. Menos mal que, por caridad cristiana, hacia el año 1300 llegaron a un pacto de no agresión.

Y es que son muy listos estos irlandeses. Dirían: "Anda ya, ¿para qué darnos de 'guantás', si podemos sacarle una pasta a los güiris -porque allí, ojo, los güiris somos nosotros-, visitando el chiringuito sacro y unas catacumbas con menos encanto que un túnel del metro"?

Pues eso, que la casa de Dios en Dublín está abierta a todo cristiano piadoso previo pago de catorce euracos. Que a unos cuantos turistas despistados diarios, da para comprar muchas piezas nuevas al Exit Castillo.

Conste que esta perorata no va contra los irlandeses, que tienen la mayoría cara de bonachones pelín pirriaqueros, tipo primo de Benny Hill (de las irlandeses, mejor otro día). Digo, que no tengo nada en contra de los irlandeses, pero sí me parece una vergüenza, una desfachatez y un insulto hacia toda la comunidad religiosa -y conste que no me considero miembro-, no ya lo de cobrar la entrada a un templo, sino hacerlo, además, con una cara dura tan fresca. Y eso no pasa solo en Dublin, ni en Irlanda. No hay que irse muy lejos.

Debe ser que con tanto orgullo patrio, a algunos se les pasa por alto de qué va realmente eso de la religión, ya sea un pícaro monaguillo o el Papa de Roma. Y repito que a mí ahce tiempo que la cuestión religiosa (terrenal), plin. Pero claro, lo que me revienta es tanta hipocresía.

A más de uno se le debería aparecer uno que yo me sé y gritarle aquello de: "¡Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado!" Que parece que hay quienes presumen de leer mucho la Biblia y resulta que, como los niños, en realidad no se enteran de un... Bueno, eso.

Reflexiones bajo una encina (A mi amigo Lunes)


El lunes no suele ser para casi nadie un buen día. Marca el fin del descanso y la diversión, y el regreso a la tediosa rutina laboral. “¡Oh no, mañana: lunes!” No habré dicho veces eso una tarde de domingo mientras apuraba algún libro de misterio o alguna película del Oeste (de ésas que hoy ya no ponen ni los domingos ni las fiestas de guardar).

¡Cómo cambian los tiempos! ¿Quién me iba a decir a mí que yo iba a hablar con gusto y placer de un lunes? Claro que, de un lunes muy particular. Se me llena la boca con frases hermosas y bien construidas -las suyas-, y el pecho de orgullo -el mío- por contarlo entre mis amigos más estimados.

Conozco a Lunes desde hace muchos años, desde que yo era un niño y él, el padre del que sigue siendo mi mejor amigo. Por aquellos días lo observaba con el temeroso respeto que impone a un pequeñajo de ocho años un hombre más bien serio y a todas luces disciplinado, aunque siempre cariñoso. Después, claro, fui descubriendo que tras la seriedad se agazapaba una entrañable timidez y, que la disciplina nacía del honorable deseo de dar a sus hijos lo que él nunca pudo disfrutar.

Lunes es un hombre que puede contarte mil historias de su pueblo y los colindantes, agazapados todos en esa serranía de Huelva que no por cien veces vista resulta menos seductora. Conoce a sus gentes, y pocos son los hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, que no se rindan a una charleta con él al calor de media mañana, paseando entre las paredes encaladas.

La posguerra le embargó infancia y juventud, como a tantos o tros, cerrándole a conciencia puertas tan anheladas como la de los estudios. Pero nada hay más poderoso que el corazón y el ama humana, y cuando hoy leo los textos y poemas de mi amigo Lunes, me da por pensar que la suya no sea más que una vida inventada, como si de un superhéroe se tratase, tras la que se esconde la verdadera existencia de un notable literato, de un admirable humanista, que ha querido pasar desapercibido por la vida, dando así mayor valor a su obra. Humilde y consecuente, sabe bien de dónde viene, y hacia dónde no le gustaría que nadie fuese, por lo que se esfuerza en encaminarse hacia horizontes más agradables.

¡Ironías! Ahora que los quehaceres diarios (¿y por qué no decirlo? Una niña bonita a la que no suelta) apenas me dejan disfrutar de la compañía de su hijo, he aprendido a valorar con más enjundia las tardes de charla con Lunes; a veces debate entre colegas de las letras, en ocasiones consejo con sabor paternal.

¿Y para qué hablar si nos cuida María, esa mujer cuya dulzura y bondad van más allá del universo que encierra su nombre? Decía antes que conozco a esta familia desde niño. Han pasado ya... demasiados años, pero la sonrisa de María sigue brillando tanto como el sol cuando empieza a colarse entre los chopos y las encinas de las sierra para bañar con su luz los resquicios de Encinasola. Lunes y yo hablamos, y ella pasa de vez en cuando para apostillar algo -siempre con tino-, para ofrecernos con qué refrescar nuestras gargantas o, simplemente, para observar.

Con tan grata compañera desde hace tantos años, no es de extrañar que la vida haya inspirado a mi amigo Lunes para sacar todo el jugo cada nuevo día, y apostar por pulir su espíritu, sin prejuicio de edad, para sentirse joven, vivo, enamorado de esa vida, volcando en su blog cada nuevo sentimiento, cada nueva sensación.

En mi primer libro escribí de su hijo que era el Sancho que desearía cualquier Quijote. Un día de estos tendré que sentarme y escribir algo bonito de mi amigo Lunes. Pensé hacerle un soneto pero, para qué naufragar por las complejas aguas de la poesía por las que él navega con tanta elegancia. 

¿Que a cuento de qué todo esto, querido lector? Porque no creo en eso de que a los buenos amigos no hay que decirles nada porque ya lo saben; porque creo que nunca es mal momento para regar una amistad con sentidas palabras de agradecimiento; porque, sencillamente, me apetecía decirle a mi amigo José María en cuánta estima lo tengo.

Y a su mujer, María, también.

Feria, con lluvia o sin ella



Menuda mala suerte que estamos teniendo. Feria pasada por agua. También es mala pata, digo yo. Estuvo lloviendo en Semana Santa, justo hasta el Sábado Santo. Hubo dos semanas impecables y el lunes del Pescaíto, venga a llover. ¡Y cómo! Todos los años pasa igual. Habrá que empezar a pensar eso de que las casualidades no existen. ¿Será cosa de la Luna? Digo yo que, ya que afectan a las mareas y las embarazadas -dicen-, pues igual ocurrirá con la lluvia. Después de todo, la Pascua de Resurrección es siempre el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera. Igual cuatro semanas después de esa luna siempre llueve, ¡qué se yo!

Pero con lluvia o sin ella, habrá que echarse a la calle, y en conche, caballo o bicicleta, como quiere el alcalde, irse a dar una vuelta a ese Real que, aunque empapado y sin un solo farolillo ileso, sigue deparando mucha juerga y bailoteo en el interior de las casetas.

Hace un rato que no llueve, y cosa de media hora pondré rumbo a los Remedios, para comer en la Feria con la familia. A ver si el cielo aguanta hasta entonces. Llegar allí lloviendo es un engorro, pero una vez en la caseta, que caiga el Diluvio, si está de Dios.

Penitencia hispana (a Pepe Da Rosa)



Lo que son las coincidencias, el mismo viernes, mientras en un punto de la ciudad de Sevilla se conmemoraban los cuarenta años de la muerte de Che Guevara, en otro, en los Reales Alcázares, tenía lugar un acto para recordar al cómico Pepe Da-Rosa veinte años después de su desaparición.

Yo fui al segundo de esos actos. Decían los antiguos griegos que “tiempo que se pasa riendo es tiempo que uno pasa cerca de los dioses”, y será que ayer tenía ganas de divinidades. Pepe Da Rosa es uno de esos personajes que tuvo la mala suerte de nacer en una época destinada a estigmatizar a un amplio grupo de artistas por la sencilla razón de que trabajaron en ese momento.

Tuvieron que venir honores de otros países, por ejemplo, para que en España se empezase a respetar a actores como Alfredo Landa o José Sacristán, y aún hay quien se obceca en negarles su innegable talento por el gran pecado de protagonizar un sinfín de comedias costumbristas. Sin embargo, lo que son las cosas: si uno quiere hoy saber cómo era la vida en los sesenta o en los setenta, la vida del común de la sociedad, nada mejor que pillar una película de Divildos, de Forqué, de Lazaga... Porque las producciones de Saura o de Buñuel eran muy críticas y muy artísticas -y éste que escribe se declara un gran admirador de ambos realizadores-, pero no son en absoluto un reflejo de aquellos días, por más que fueran la locura de los “progres”.

En materia musical ocurre lo mismo. Artista de entonces que no se opusiera al sistema, objeto de burla actual; no falla. Cítese a Raphael, a Julio Iglesias, al Dúo Dinámico… “La España rancia”, dicen algunos. “Voces de oro”, llegaron a definir a los dos primeros en París; “uno de los grandes intérpretes de este siglo”, definió el New York Times a Raphael. En ese mismo saco cabría meter a Pepe Da Rosa.

Humorista, cantante, actor y autor de un centenar de inolvidables coplillas, este cómico sevillano, nacido en Buenos Aires, desarrolló una nueva clase de humor de innegables raíces hispalenses. Su serie de discos ‘Las cosas de Pepe Da Rosa’ hizo de oro al sello RCA España, y marcó la Navidad de millones de españoles con temas como ‘Los cuatro detectives’ o ‘A J.R.’. Lejos del simple chascarrillo, su humor nacía de las anécdotas cotidianas, y de ahí que escuchar hoy cualquiera de sus grabaciones suponga empaparse de la idiosincrasia de la época: ‘La grúa’, ‘La quiniela’, ‘Las parturientas’, ‘El cheque’, ‘El pelota’, ‘La cuestecita de enero’… Tenía además el talento de decir las cosas claras, con humor, pero sin reparar en aguijonazos cuando era preciso, como el popular ‘Ya no te puedo querer’, que le dedicó al entonces ministro de Hacienda, Miguel Boyer, o ‘La bomba’, años atrás, en plena crisis nuclear China: Con lo bonito que es enamorarse y querer / disfrutar la vida ésta / ‘saboreá’ un buen jerez / ‘jartarse’ bien de comer / y dormí después la siesta. / Tener que perder ‘to’ esto me pone ‘desesperao’. / ¡Qué pena que acabe el mundo / por unos cuantos ‘chalaos’.

Pero no, como resulta que a Pepe Da Rosa no le iban los elitismos, que era un gran ser humano al que casi le admiraban más por eso que por su propio arte, y que encima no sólo no ocultaba sus orígenes sevillanos sino que encima se enorgullecía de ellos, pues ha pasado lo que tenía que pasar: penitencia cañí por cometer el pecado de ser popular.

El viernes 30 de noviembre se le rindió homenaje en Sevilla con presencia de numerosos artistas y autoridades, pero para la élite intelectual quedará como un acto “chusquero” para estómagos “frikies”. En fin, allá ellos. Después, en cualquier fiesta, son las canciones de Raphael y del Dúo Dinámico las que más se bailan; y aquellas comedias costumbristas de los sesenta, las que más se ven en televisión. Y desde luego, a nadie le ponen una pistola en el pecho para encender la tele. Creo que es una gran verdad eso de que “para saber a dónde se va hay que saber de dónde se viene”. Y si uno se avergüenza de donde viene, mal andamos…

Vídeo cabecera: ‘Los lagartos de la tele’, editada tras el éxito de la serie ‘V. Los visitantes’. Ya enfermo, ésta fue una de sus últimas apariciones televisivas.
Vídeo final: ‘Ya no te puedo querer’, dedicada al ministro de Hacienda, Miguel Boyer.

Polémico homenaje a Che Guevara (con camiseta)


Durante estas pasadas semanas ha desatado cierta polémica el concierto homenaje que el Ayuntamiento de Sevilla ha organizado oficialmente para recordar la figura de Che Guevara. Es indudable que la figura de este médico, político y guerrillero argentino-cubano, fallecido en 1967, despierta tantas simpatías como recelos. Así, mientras unos lo recuerdan y admiran por su lucha contra las injusticias sociales, su rebeldía y su espíritu incorruptible, otros proclaman su talante cruel y recuerdan sus “asesinatos en masa”.

El problema lo ha suscitado la oficialidad del homenaje. El Ayuntamiento ha aclarado que este homenaje, con motivo del cuarenta aniversario de la muerte de Ernesto Guevara, no costará un solo euro a los ciudadanos, y que el papel del consistorio es meramente de “autor intelectual”.

Personalmente creo que el dinero es lo de menos; lo de más es el personaje. Nada tengo en contra del Che —tampoco a favor, la verdad—, pero puestos a rendir tributo a un abanderado de la lucha social, ¿por qué no se le organiza un concierto a Martin Luther King? O si bien se quiere mantener vivo el espíritu de la rebeldía contra las grandes potencias en favor de los desheredados, ¿por qué no se recupera la figura de Ghandi? De hecho, para encontrar grandes hombres que hicieron suya la defensa de la libertad y la justicia de muchos, no hay que salir de España, ni siquiera de Andalucía; ahí está, por ejemplo, el cura “rojo” Diamantino García.

Pero ninguno de esos hombres, ni los héroes anónimos ni esos otros más conocidos, venden tantas camisetas, llaveros, mecheros, gorras y monederos. Porque, que nadie se lleve a engaño: convertir a Che Guevara en el revolucionario más famoso ha sido el acto más antirevolucionario. ¿O acaso sus camisetas se venden en las tiendas de comercio justo garantizando que no están hechas por niños asiáticos explotados por media gorda? Las que suelen verse por la calle, desde luego no. Así que ir con una camiseta con la silueta de marras, dando gritos en contra del capitalismo y la globalización... hombre, pues resulta en esencia bastante contradictorio.

Con esto, conste, no es mi intención desacreditar al personaje, sino advertir a aquellos a los que la fiebre revolucionaria les dura lo que se alargue el concierto de Marea, Albertucho y Zapata. Puestos a ser revolucionario, seámoslo de verdad y dejémonos de medias tintas. Claro que eso ya es algo más que un plan de noche de viernes, y a lo mejor a alguno le da la pereza.

Nota: Poco después de colgar esta entrada me topé con el cartel que la acompaña, obra del artista sevillano Rafael Iglesias, y publicado en la revista Cambio16. Me sorprendió que, con su siempre afinado aguijón, Rafa ofrecíá una visión sobre este asunto que coincidía bastante con la que yo había expuesto. Así que, ¿qué mejor imagen para ilustrar el texto?