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Halloween con el Doctor Terror

Si hay algo que me gusta son las historias de miedo, y si hay algo con lo que disfruto es disfrazándome. Claro, si ya mezclamos ambas cosas, el placer es insuperable. Así que a mí eso de Halloween me encanta.

Y no entremos en eso de que "hay que ver, que no es una tradición nuestra, y que si los yanquis esto o lo otro". A mí me encanta una Semana Santa y me vuelve loco una feria, pero eso no impide que esté abierto a otras fiestas y tradiciones y disfrute también con eso de Halloween. Que no se puede ser tan cerrados, señores...

Pues a lo que iba, que he tenido la suerte de que una linda señorita, Alicia, nos invite a Marta y a mí a una terrorífica fiesta de disfraces este próximo viernes. La premisa, además del disfraz, es aportar un relato de miedo. Total, que dándole vueltas al asunto, he dado con el alter ego perfecto, la opción redonda. Me convertiré en... ¡el Doctor Terror! ¿Que por qué es la opción perfecta? Ojo al dato, no pierdas detalles.

Por un lado, es es el tétrico protagonista de la película del mismo título en la que se dedicaba a contar historias terroríficas a cinco hombres que le acompañaban en un viaje en tren. Por otra parte, fue Peter Cushing, protagonista de la novela que acabo de terminar, quien dio vida al personaje. ¿A alguien se le ocurre algo más apropiado?

Creo que esta semana invita a repasar las mejores novelas y películas de terror. A ver qué se puede hacer...

Un pequeño homenaje a los amigos


No sé qué pasará, el caso es que anda uno nostágico estos días. Y por ahora, y espero que por mucho tiempo, este blog es uno de esos espacios propios y privados, mi pequeño mundo, en el que puedo expresar en cada momento lo que pienso y siento, sin temores ni recelos. Y hoy, lo que me pedía el cuerpo era decirle algo a los amigos.

En los últimos meses he tenido la suerte de encontrarme en el camino con gente estupenda, chicos y chicas que no aparecían en mis planes y que han ayudado a hacer éstos más interesantes, más vivos y más auténticos. A veces uno pasa una mala racha y le da la sensación de sentirse un poco solo en este sentido. Parece que ya nunca volverán aquellos años de infancia en los que estabas día y noche rodeado de media docena, de una docena de amigos, con los que lo hacías todo; siempre juntos. Pero uno se hace mayor, y hay que afrontar responsabilidades, y llega la hora de la familia, y.... ¡Tonterías! Los amigos, si uno quiere, si ellos quieren, siempre son algo mágico, fabuloso y muy necesario.

Hoy día se habla mucho de amigos y de amistad. Y va uno a bodas, bautizos y comuniones y todos son "amigos". Pero profundizas un poco y te das cuenta de que la mayoría son más bien "conocidos". Lo de la amistad, señores, es algo muy, muy serio. Y no exagero cuando digo que al amigo de verdad, hay que cuidarlo tanto como a la persona a la que amamos. Al fin y al cabo, la amistad es también un amor especial, rebajado ligeramente si se quiere, y es entonces cuando hablamos de cariño. ¡Pero muy especial, oiga! Un cariño que te lleva a estar siempre ahí, para lo bueno y para lo malo; que te lleva a escuchar, a comprender y a aconsejar; que te invita a compartir tu vida y a disfrutar de la suya. Y a ese grado de amistad ya no es tan fácil llegar.

Yo, que soy "mu modenno" cuando hace falta, no doy jamás la espalda a nuestras tradiciones, y por eso hay una sevillana que siempre me viene a la mente al hablar de esta cuestión, ésa que dice: "Vivan las buenas personas / ¡Que vivan las buenas gentes! / ¡Que vivan las buenas gentes! / Ésas que nunca traicionan / Ésas que nunca se venden"

Bueno, yo he tenido la suerte últimamente, como digo, de sumar a la lista de amigos de ese tipo que ya tenía, un grupo de personas estupendas, en Sevilla y en otras ciudades; en España y en otros países; a éste y al otro lado del Atlántico. Pepe, Clara, Teo, Fran, José Ángel, Tomás, Gil, Paco, Silvia, Alicia, Juanito, Mr. X... A todos ellos, porque me da la gana, porque me lo pide el corazón, quiero dedicarles hoy este tema de Carole King en voz de James Taylor. ¿Que por qué soy tan cursi? Porque, como ya he escrito en alguna ocasión, si alguien ha dicho lo que tú quieres decir, y además lo ha dicho tan bien, ¿por qué no aprovecharlo?

A todos, gracias por estar ahí. Y para lo que necesitéis, ya sabéis que tenéis un amigo:

You've got a friend / Tienes un amigo

Cuando estés triste y preocupado
Y necesites una mano amiga
Y nada, nada vaya bien.

Cierra tus ojos y piensa en mí
Y pronto estaré ahí
Para iluminar incluso tu noche más oscura.

Tan solo grita mi nombre,
Y sabes que donde sea que esté
Vendré corriendo, oh sí
A verte otra vez.

Invierno, primavera, verano, o otoño,
Todo lo que tienes que hacer es llamar
Y estaré ahí, sí, sí, sí
Tienes un amigo

Si el cielo sobre ti
Se hace más oscuro y se llena de nubes
Y ese viejo viento del norte empieza a soplar

Mantén la calma y llámame en voz alta
Y pronto estaré golpeando en tu puerta.

Tan solo grita mi nombre,
Y sabes que donde sea que esté
Vendré corriendo, oh sí
A verte otra vez.

Invierno, primavera, verano, o otoño,
Todo lo que tienes que hacer es llamar
Y estaré ahí, sí, sí, sí
Tienes un amigo


Hey, ¿no es bueno saber que tienes un amigo?
La gente puede ser tan fría.
Te lastimarán y te abandonarán.
Se llevarán tu alma si les dejas.
Oh sí, pero no los dejes

Tan solo grita mi nombre,
Y sabes que donde sea que esté
Vendré corriendo, oh sí
A verte otra vez.

Invierno, primavera, verano, o otoño,
Todo lo que tienes que hacer es llamar
Y estaré ahí
Tienes un amigo

Tienes un amigo.
Hey, ¿no es bueno saber que tienes un amigo?
Hey, ¿no es bueno saber que tienes un amigo?
Tienes un amigo.




Salvemos la fantasía, la imaginación, la inocencia...

Estoy de acuerdo con cualquier movimiento que tenga por fin salvar algo, ya sean las ballenas, la capa de ozono, la ciudad perdida de Cecil B. DeMille o la cultura de los bares. Pero por encima de esas y otras cruzadas, hay una con la que estoy especialmente solidarizado: la lucha por salvar la fantasía.
Tal vez más de un lector cierre este blog con gesto retorcido tras leer algunas de mis reflexiones, pensando cosas del tipo "¡menudo carca reaccionario y coñazo!" Pues vale. Mejor suerte con su próxima elección. Digo esto, porque reconozco que puede sonar a comentario de abuelo Cebolleta si digo que me asombra y me entristece ver por la calle a niños y niñas -ojo, "niños y niñas", nada de preadolescentes ni otras chorradas de psicología snobista-, ver a chavales, decía, con doce, once o diez años comportándose como si tuviesen quince o dieciséis. Las niñas, maquilladas al detalle y luciendo unas faldas y unos escotes que, por obstinación de la Naturaleza, aún no tienen nada que resaltar. Y ellos, bueno, ellos más chulos y machotes que John Wayne un 4 de julio.

Será también, claro, que uno se empeñó en ser niño lo más que pudo. Aún hoy, con treinta años, mi padre todavía se lleva las manos a la cabeza cada vez que le cuento que me he comprado una figura de edición coleccionista de James Bond, la caja completa de la serie V o la réplica de un sable láser de La guerra de las galaxias (sí, ya, que uno es muy frikie). A mí me ponen en la tele El Equipo A o El gran héroe americano (gracias por esa camiseta molona a Ana, Noe y Pablo), y soy más feliz que una perdiz. Y ni que decir tiene que cuando llego a casa de algún familiar o amigos con niños pequeños, que anden con sus juguetes de rigor, me tiro lanzado a echar un rato con ellos. ¡Pero si paso por delante del Toys'r'Us y mi mujer me tiene que agarrar del brazo para que no entre! Y no es que vaya a comprar nada, pero me encanta dar una vuelta y ver la cantidad y variedad de cosas que hay.

Que nadie piense que esto es algún complejo de infancia infeliz o algo por el estilo. En absoluto. A mí, como diría el otro, no me faltó ni el perejil. Tuve la suerte de ser un niño bastante mimadete. No es que chasqueara los dedos y consiguiese cualquier cosa, pero sí es cierto que antes o después, acababa cayendo (uno, que siempre fue un seductor.y picodeoro...).

Yo era mucho de muñecos, desde los Clicks de Playmobil y los Airgambois a, sobre todo, los Geyperman, los Madelman y, más tarde, los G.I. Joe. Y de coches, aviones, naves espaciales y demás vehículos... baste decir que mi dormitorio parecía más bien el parque móvil municipal.
Pero por encima de todo, creo que lo que no olvidaré nunca son las mil y una películas que nos montábamos mi hermano y yo jugando juntos. Otras veces con mis vecinos, o los vecinos de casa de mi abuela, o mis primos (esas bandas del perro y el Gato). Hoy éramos policías y ladrones, mañana sheriffs y atracadores de bancos, al día siguiente pilotos de aviones,o aventureros o... Un sencillo banco de madera que nos hizo mi padre, a la sazón cofre de las maravillas en el que guardábamos todos los juguetes, servía igual de pescante de diligencia que de carlinga de avión o de asiento de coche de carreras. El resto, lo ponía nuestra imaginación.

Lo que me ha empujado a escribir este tema es un comentario que hizo ayer una compañera. Hablábamos de Indiana Jones y ella explicó que su hijo estaba loco con el tema, y apuntó: "Es que mi hijo es muy crío. Fíjate que se pasa el día jugando en casa con una cuerda como si fuese un látigo, y no deja de leer el tebeo y de ver la peli. Y venga a tararear la música dando saltos... Yo le he dicho que ya es mayorcito para eso". Intrigado, le pregunté la edad. "Ocho años". Y no lo pude evitar. Imitando el tono más teatral del insigne Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte, desde mi sitio le espeté: "¡Pero qué haces, insensata! Déjalo que juegue y salte y haga de una tela su armadura hasta que él mismo lo deje, y ojalá que no sea nunca". La compañera se ría. Muy agradable y educada que es ella. La pobre, recién llegada, habrá pensado: "menudo elemento debe estar hecho éste".

Pues sí, señorita, así es. ¡Qué alegría, por Dios! Saber que aún hay niños ¡y de ocho años! que no necesitan más que su imaginación para divertirse, y que gozan de la suficiente para crear sus propias aventuras, sin ayuda de consolas ni libros de rol ni tableros ni otras guías (ojo, no estoy contra nada de esto; únicamente lo desdeño cuando monopolizan el entretenimiento). Ojalá al chaval esa imaginación y las ganas de disfrutar de ella le duren mucho. Aunque ya digo que me dejó boquiabierto que la propia madre pida a un niño de ocho años "que crezca", entendiendo por esto que deje de jugar como lo que es, un niño, y empiece a comportarse como lo que no es, como algunos de su pandilla que, según ella nos contó, ya están enredados en que si les gusta Pepito o qué bien le queda el pantalón a Juanita...

Desde aquí, un manifiesto, una propuesta, un ruego: no matemos la infancia, ni la ilusión, ni la imaginación. Tenga uno seis años o sesenta, no hay nada más hermoso y saludable que poder seguir haciendo uso de esa facultad mágica, de ilusionarse cuando te hacen un regalo o cuando lo entregas, de disfrutar con una película como cuando eras un chaval. ¿No conocéis a gente que asegura que no existen los Reyes Magos, ni Papa Noel, ni el Ratoncito Pérez? ¡Evidente! ¿A gente que piensa de esa manera cómo van a llevarles regalos...?

Creo, sinceramente, que este mundo sería un poquito menos malo, más agradable, si todos conservásemos esa cualidad, ese don, que no es más que la gracia de esa inocencia de los niños que a algunos, espero que cada vez a más gente, nos sigue acompañando por más que cumplamos años.

Si al hacernos mayores nos empeñamos en dejar atrás la chispa infantil, ese toque de ilusión, el mundo, amigos, puede convertirse en un lugar mucho menos agradable:

Rat Pack, suma y sigue


Este padre orgulloso no deja de derramar lágrimas por sus hijos. Pasado el verano, puedo decir con gran felicidad que me han llegado comentarios de personas que se han lanzado a la lectura de Elvis. Corazón solitario, con resultados deliciosos, y a través de internet he localizado más reseñas y recomendaciones, todas positivas.

Pero si hay un libro que no deja de darme alegrías, ése es Rat Pack. Viviendo a su manera. Tres años después de su publicación, parece que el boca a boca sigue funcionando, y constantemente veo un blog o un foro cómo alguien que lo ha leído lo recomienda a sus amigos. Y esa pervivencia de la obra, esas cariñosas palabras con el texto, son el mayor orgullo que pede tener un autor.

Qué más se puede pedir, si a eso, además, le sumamos la incansable y desinteresada labor de divulgación que llevan a cabo algunos buenos amigos, como es el caso de Francisco Javier Illán, que ayer me sorprendía con una nueva crítica de la obra en Anika entre libros. ¿Qué te voy a decir, Paco? Pues que aquí tienes a este humilde autor, eternamente agradecido por tu cariño y amabilidad.

Bueno, como estoy contento, vamos a rematar el post con uno de esos vídeos que te mantienen la sonrisa tonta durante un rato. Del programa The Dean Martin Show, uno de sus grandes momentos: Dino y Gene Kelly. Cante, baile y risas. ¿Se puede pedir más?


Ya estoy de vuelta

Pues eso, que ya estoy aquí. En realidad estoy en casa desde hace algo más de cinco días pero, ¿qué puede hacer uno al volver de la playa si aún le quedan vacaciones? Eso precisamente que estás pensando, ponerse a mover muebles para que la casa de uno parezca la casa de otro. Pero nada, oye, la casa sigue siendo la misma. La que ha cambiado un poco es mi espalda, algo más machacada, pero en fin, c'est la vie.

El caso es que me he encontrado con la alegría de que los chicos de la revista Efe Eme han decidido abrir esta semana con dos colaboraciones de este humilde servidor: una nueva entrega de la serie Canciones con historia y una entrevista al rockero Elliott Murphy. ¿Que no sabes quién es? Mal hecho, entra en su web. Si queréis echarle un vistazo a alguno de los temas, pinchad más abajo en las imágenes.

Por otro lado, también me he topado con un impagable comentario que el amigo Francisco Javier Illán (Paco para unos, Nébulos para otros) ha dedicado al libro de Elvis en su blog La Cólera de Nébulos. Eternamente agradecido, amigo.

A ver, qué más... Por ahora creo que ya está bien. A lo mejor dentro de un rato me animo y cuelgo una cosilla que he apuntado durante estas vacaciones...

Saludos a todos


Adios, farewell, chao, aufidersen, goodbye...!!! (Que me voy, vamos)

Escribo este post apurando los últimos minutos en la redacción antes de dar el portazo de salida y afrontar unas más que ansiadas vacaciones. La verdad es que esta despedida temporal debería ser algo más brillante, pero una mañana de trabajo por triplicado me ha dejado seco de ingenio y ganas.

Mañana me voy a Almendralejo, Badajoz, a ver a mi buen amigo Juanito y a comer como Dios manda (espero) en esa Extremadura linda y bonita. Y al día siguiente, sábado, Marta y yo agarramos la maleta, las bolsas, las toallas, la cremita, la gorra, el portátil, la DS, los libros ("ése no, que ya lo acabé"), la guitarra, las palitas, las pelotas... y pito del sereno de mi barrio, y nos vamos para la playa. Dos semanas de paz y sosiego en Islantilla, Huelva, para descansar y refrescar ideas.

Mira que yo siempre he sido más cabra que mero, qui'sir, más de tierra que de mar, pero oye, tiene algo eso de pasear por la playa, de perder la mirada en la inmensidad de esos dos azules que se funden en el horizonte, que me resulta harto inspirador (uy, "harto", niño, que cursi). Es verdad, perdón.

Pues eso.

Como decía, no me gustan nada estas despedidas -ni estos post- en plan "voy a contaros lo que voy a hacer porque os debe interesar mucho", así que, si esta tarde puedo, igual preparo otro más en condiciones. Pero por ahora, es lo que hay.

Señoras y señores, hasta más ver.

Incultura galopante (a pedradas con el pasado)

Es asombroso observar lo absurda, mojigata, falsa y demencial que puede llegar a ser esta sociedad tan moderna en la que nos ha tocado doblar el espinazo. Esta mañana, revisando como de costumbre la web musical Efe Eme, me encuentro con la noticia de que Paul McCartney y Ringo Starr han decidido impedir la edición del documental Let it be.

Para quien no lo conozca, se trata de una fantástica película dirigida en 1970 (y estrenada por esas fechas) por Michael Lindsay-Hogg, que acabó convirtiéndose en la amarga crónica de la separación del grupo. Es realmente asombroso cómo puede uno asistir al derrumbe de una amistad y una relación profesional que había logrado crear la que probablemente sea la obra musical más perdurable e influyente del siglo XX.

A lo largo del metraje puede verse a la banda discutiendo, criticando Paul a George por su manera de tocar la guitarra, y Lennon mareando la perdiz, más interesado por tontear con Yoko Ono que por trabajar con sus amigos. Aunque no todo es malo, por supuesto. Las cámaras meten al espectador en el estudio de grabación, y podemos ver a “los cuatro fantásticos” creando música de la nada; y eso es algo maravilloso. Por no hablar, claro, del famoso concierto en la azotea, la última actuación en directo de los Beatles, tan atípica como cabría esperar de ellos.

Pues bien, después de que se haya proyectado en cine mil veces y de que se editase en su día en vhs, ahora, cuando se preparaba una edición conmemorativa, resulta que los dos Beatles vivos no quieren que se lance. Una fuente cercana a ellos ha dicho: “Los Beatles siguen siendo una marca global masiva y no se la ayudaría si el público ve la cara más oscura de la historia. Ni Paul ni Ringo se sentirían cómodos publicando una película que muestra a los Beatles perdiendo los nervios. A la gente le gusta imaginarse que los Beatles era una nave feliz, pero la realidad, al final, era muy diferente, como muestra la película. Hay toda clase de material que muestra más disputas, pero es improbable que vea la luz en vida de Paul y Ringo”.

Es absurdo. Todo el mundo sabe cómo acabó la historia. Todos saben qué hizo Paul, qué hizo John y qué Yoko Ono. ¿Qué consiguen con no permitir el documental? ¡Pero si ya se ha visto! Pues no. Dicen que la gente estima demasiado a los Beatles como para ponerla ante la tesitura de verlos en tan dramática situación. Resumiendo, que mejor seguir sacando material alegre del grupo, que parece que no, anima más a seguir comprando. Pero, ¿no os habéis enterado? ¡¡Que ya se ha visto el documental!!

Calla, tú, que el que no se ha enterado soy yo. Que Paul y Ringo, siempre tan jóevenes, no andan muy desencaminados. Ellos son muy conscientes de que en la sociedad en la que vivimos, tan moderna y digitalizada, todo lo que tiene más de dos años ya es historia arcaica. Teniendo en cuenta los consumidores habituales de cine y dvd, ¿cuántos habrá visto un documental de hace casi cuarenta años? ¡Eso no lo pasan por la Mtv! Joer, eso ya no lo pasan ni por TVE.

Pues nada, a dulcificar la historia y a hacer pensar que los Beatles se separaron por un exceso de amor. Total, le vendan lo que le vendan al gran público, seguro que se lo come con papas. Es lo peligroso de la falta de cultura, que por extensión lleva a la falta de interés y al “aborregamiento”: puedes hacer que la gente crea y piense lo que te dé la gana. ¿Qué no?

Echadle un vistazo al documental Jesus Camp: Soldado de Dios. Te hiela la sangre. Estuvo nominado al Oscar. Es un excelente trabajo sobre cómo los cristianos más radicales educan a sus hijos en determinadas regiones de Estados Unidos. “La ciencia no puede explicar nada -le dice una madre a su hijo- ¿Quién es ese Darwin?”. De verdad, ésa sí que es una película de miedo.

Así que arreglamos la realidad a nuestro antojo. Cogemos el pasado y lo adaptamos, siempre por el bien común. Si alguien os hablara de responsables políticos y culturales pintándole un bikini a la maja desnuda… Suena a algo que sólo pasaría años atrás, ¿verdad? Pues echadle un vistazo a esta divertida foto del Frank, Dean y Sammy.

¿Algo raro? Nada, ¿verdad? Pues la susodicha, además de portada de mi libro (ejem), se usó para el lanzamiento de un cd/dvd del trío en directo. Pero, ¡rayos!, en esa ocasión desaparecieron los cigarrillos. Como lo cuento. Los eliminaron digitalmente, por aquello de que fumar es malo y no hay que dar mal ejemplo. Pero lo mejor viene ahora, recientemente ha vuelto a plantearse la idea que ya se barajó tiempo atrás. Usar esa misma tecnología para eliminar los cigarros de las manos de Bogar, Wayne y tantos otros clásicos. De la bebida no he oído nada, pero supongo que será fácil convertir el whisky en leche.

Eso de que hay que saber de dónde se viene para saber adónde se va es algo que ha debido caer en el olvido. Y como el pasado no vende y nos importa un rábano (como digo, para la mayoría el pasado empieza en 2007 y acaba en 2005), pues hacemos con él lo que nos viene en gana.

Pues nada, ancha es Castilla. Además, si el ser humano es una especie dura. Ya ha pasado por situaciones parecidas -lo de la incultura galopante, digo- y siempre lo ha superado. Una guerra mundial, unas cuantas dictaduras del pueblo, y vuelta a empezar.

Estupendo.

John Wayne todavía vive

No he podido evitarlo. Dando vueltas por la web he topado con esta viñeta y me ha encantado. Se titula "John Wayne todavía vive", y ahí tenéis a ese pequeñajo, cartuchera y sombrero en ristre, con el caballo de juguete a un lado, mirándose en el espejo tal y como él se ve en ese momento.

La cara del chiquillo no se ve, pero puedo aseguraros que el dibujante debió conocerme veinticinco años atrás, porque me sacado clavado...

¡Qué recuerdos, my God!

Bruce en directo (¡Amén, hermano!)

Sí, ya, de acuerdo. Que estamos cansados de tanto Sprinsgteen. Que si el 'Boss' en Madrid, que si el 'Boss' en Barcelona... Oye, pero no es culpa del pobre rockero, ¿no? Vamos, que nadie le pone una pistola en el pecho a los de TVE para que lo saquen en cada informativo. Al que habría que ponérsela es al petardo que saca veinte veces a Bruce o a los Stones e ignora a cuarenta tíos igual de buenos pero menos populares que andan también de gira por ahí. Pero bueno, ya sabemos que ésa es otra película... y de terror.

Pesado o no en sus apariciones mediáticas, lo cierto es que los conciertos de esta nueva gira de Sprinsgteen y sus chicos de la E-Street Band han sido fabulosos. Tres horas del más puro rock'n'roll. Tres horas sin tregua, sin descanso, con una formación de auténticos profesionales para los que la expresión "sudar la camiseta" se queda corta. ¿Que exagero? Preguntádselo a cualquiera que haya asistido a uno de los conciertos. La entrega de Bruce y los suyos ha sido total. Han llegado a meterse literalmente entre el público como ya no hace ninguno de los grandes. Ver al Boss dejarse caer, y asistir a su paulatina ascensión de manos de sus fieles, cual Cristo surgido de las aguas, no tiene precio.

Más de 70.000 personas había en Madrid, en el Bernabeu, el pasado jueves para ver, oír y sentir a Bruce. Yo fui uno de los afortunados junto a mis camaradas Carlos y Natalio: el trío calavera. Disfrutamos como críos desde la primera a la última canción. Coreamos la mayoría y tarareamos algunas rarezas que se nos escapaban. 70.000 damas y caballeros brincando y gritando y ni un mal rollo. Y es que, nobleza obliga. El universo musical de Bruce Springsteen alcanza a cuanto se entregan a disfrutar de él, y eso afecta. Decían los entendidos que el sonido era malo. Es verdad. Lo fue en todos los conciertos, y lo seguirá siendo durante toda la gira. 200.000 vatios para desbordar de rock un estadio no es moco de pavo. Mucha tela para andar con finuras. Los graves a tomar por saco y los agudos no había Dios que los pillara; sí, es verdad; ¿y qué passsa? ¿A quién le importa? Desde luego, yo no vi a nadie que dejara de dar saltos por eso, ni de gritar aquello de "vagabundos como nosotros hemos nacido para correr". A los guays finolis les contaré una historia:

Un chico que trabajaba en Hollywood en los años cuarenta le preguntó una vez a John Ford (un señor con un parche en un ojo, arisco y el mejor director de la historia del cine) por qué no dejaba que sus actores hablaran más en sus películas. Ford le dio un cuaderno y le dijo que apuntara cuántas veces hablaba John Wayne en La Diligencia. El chico empezó a apuntar: una, dos, tres... Cuando la proyección acabó, Ford entró en la sala y preguntó: "¿Qué, cuántas veces habla?" Y el chico tuvo que reconocer que acabó metiéndose tanto en la historia que se olvidó de seguir contando. Ford sonrió y dijo: "Así es como ruedo mis películas". Moraleja: si la cosa engancha...

Y para los que sigan empecinados, ahí va otra anécdota mucho más al hilo (es que la de Ford la he contado porque me encanta). Durante los espectáculos del Rat pack en Las Vegas, con Sinatra, Dino y Sammy haciendo el gamberrete en escena, canturreando, bebiendo y bromeando, siempre había alguien del público que acababa gritándole a Sinatra: "¡Frank, cántanos una canción!" Entontes el Viejo Ojos Azules se volvía hacia la voz y respondía: "Amigo, si quieres oírme cantar, cómprate un disco".

Pues eso, el que quiera escuchar a Bruce Sprinsgteen, que se compre uno de sus discos. El que quiera vivir la experiencia del rock'n'roll en comunidad con otras 70.000 almas, de la mano del reverendo Bruce y sus beatos de la E-Street Band... Ya sabe lo que hay que hacer.

PD: Y para rematar la faena, si tienes la suerte, como yo, de contar con la amistad de un fuera de serie como Carlitos, pues una cena opípara para reponer fuerzas en uno de esos rincones escondidos a los que sólo unos pocos afortunados saben acceder... ¿Qué más se puede pedir?

Semana y media de silencio (De viaje con el Obi Wan Cuñao)

Ya, ya sé que no puede tener uno desatendido el blog durante tanto tiempo. Pero es que esto del verano nunca me ha sentado bien. ¿Cómo puede gustarle a nadie eso de pasar calor, de no poder salir a la calle hasta las tantas porque todo anda cerrado o porque puedes derretirte al sol? Con lo bien que se está cuando hace fresquito, que se piensa mejor, se pasea mejor, hasta se ama mejor? Pero en fin, ya lo dijo Harry "el Sucio" Callahan: "Teniente, las opiniones son como los culos. Cada uno tiene el suyo". Muy fino, el mushasho.

Bueno, pues a lo que íbamos, que con el verano llegan también las vacaciones de los compañeros, lo que supone más trabajo para los que nos quedamos en la fortaleza. Y luego, en casa, ¡se está tan fresquito en el salón con aire acondicionado echado en el sillón leyendo...! ¡Que vaya otro al ordenador a escribir en el blog! (que dije yo una de estas tardes). Pero en fin, aquí estamos, poniendo esto un poco al día.

Porque eso sí, a pesar del verano, el calor, y la madre que los parió, uno ha estado haciendo un poco de todo esta semana y media. Resumiendo: ando leyendo un par de libros de los que en breve espero dar buena cuenta por aquí; a la espera de ponerme a corregir la novela -supongo que la semana que viene empezaré; no puedo aguantar más-, ya estoy tomando algunas notas para el próximo proyecto; en realidad, para los tres siguientes, pero digamos que uno de ellos más en serio.

Además, el fin de semana estuve de viaje musical. Me fui con mi cuñao a Lisboa, a ver a Bob Dylan y Neil Young. Todo un fenómeno, mi cuñao, digo. Los dos rockeros también, pero el Obi Wan Cuñao es un tío cojonudo, competente y divertido; un cachondo, vamos. Tenemos nuestras asperezas musicales, como el hecho de que yo sea pro-cantautor y él más bien contrario, pero en fin, gustándonos a los dos los Beatles, todo está arreglado. Echamos unos buenos días en el festival Optimus Live!, y subiendo y bajando las cuestas de Lisboa, que ya les valía haberle dado con la palita al terreno, como los nenes en la playa, para alisar un poquito la cosa... ¡Madre de Dios, qué dolor de piernas de tobillos y de... en fin, de todo! Pero salimos airosos, más o menos. La experiencia fue tan bien que el Obi Wan Cuñao y yo nos estamos planteando una escapada a Liverpool, ya veremos. Por el momento, a ver si lo engancho para unas clases de guitarra. ¿Recordáis eso de que Keith Richards se subió a un cocotero? Fue de puro acojone, al escuchar cómo tocaba la eléctrica el Obi Wan Cuñao.

Y aquí estamos, jueves 17, apurando la mañana para coger el AVE a Madrid para ver al Boss... El amigo Springsteen y sus colegas de la E Street band están ofreciendo una gira intensa y apasionante, con conciertos de tres horas como antiguamente. Y nada de presentación de disco nuevo: a tope con toda su obra, rescatando joyas olvidadas y regalándole al público momentos inolvidables. La cosa huele a despedida por los cuatro costados. Recientemente murió un miembro de la banda, y parece que un par de ellos andan algo más que pachuchos, así que se ve que han dicho: "Señores, toda la carne en el asador."

Pues eso, que yo ya estoy hambriento de rock and roll.

Un achaque de nostalgia


Hoy me he reencontrado con el pasado. Andaba sentado al ordenador mirando cosas, haciendo planes, lamentando oportunidades pasadas, y me ha dado por pinchar –que así se decía cuando eran los vinilos los reyes de cualquier discoteca personal- un viejo disco. De pronto, algo me ha agarrado por dentro y me ha obligado a echar la vista atrás diez, doce años, tal vez quince. A esa adolescencia en la que, para mí, el cine era el único mundo en el que vivir podía ser algo bello. Es verdad, no me embarga la nostalgia, yo veía la vida en Cinemascope, una veces en glorioso blanco y negro, y otras en ese Technicolor que te daba ganas de agarra las maletas y tirar para las plantaciones sureñas por las que, seguro, acabaríamos encontrándonos con Paul Newman y Liz Taylor, siempre según una historia de Tennessee Williams.

El cine nunca ha dejado de ser una de mis grandes pasiones, pero parecía que ya no era igual. Por circunstancias varias, acabé encaminando mis pasos hacia la música, siempre con la literatura como telón de fondo, y siempre, no puedo evitarlo, con una profunda educación cinematográfica marcando cada golpe en el teclado. Los libros que leo, lo que veo, lo que escucho… todo parece muy diferente. Cine clásico sí, pero dosificado, entre mucho autor moderno, mucha comedia, mucho drama y mucha puñeta para estar a la última. Y está bien. Pero a veces, algo te empuja a eso, a mirar atrás. A las tardes de domingo en los cineclubs como mi buen amigo Pablo, al que algún día tendré que llamar de nuevo, a las librerías de viejo buscando ediciones raras de Hemingway, los originales de Ian Fleming y aquellos libros de relatos de Garci, a saberme de memoria los diálogos de Casablanca y Río Rojo, y a soñar con que, algún día, podría enamorarme discutiendo con una fogosa pelirroja como Maureen O’Hara (esto último sí me ocurrió, doce años atrás, y aún lo disfruto cada día; y ha sido una de las cosas maravillosas que aún me siguen ayudando a creer que la vida y el cine pueden generar un combinado maravilloso; una de esas cosas maravillosas, mi Marta O’Hara, por las que vale la pena vivir).

Hubo un tiempo en el que yo no podía evitar reír con Billy Wilder, en el que necesitaba emocionarme con John Houston; en el que, de vez en cuando, no tenía más remedio que volver a John Ford para llorar un poco. Hace poco pensaba que ese tiempo había pasado para no volver nunca más. Pero hoy, escuchando esta banda sonora (no diré cuál, algo de misterio hay que dejar) he vuelto a recuperar las madrugadas de sesión doble, y hasta triple, que me montaba en verano, después de escuchar a don Carlos (Pumares, que sigo sin creer que pueda ser el que acabó pervertido en Crónicas Marcianas), y las noches de lunes en las que revolucionaba a la familia para poder ver la presentación inicial de ¡Qué grande es el cine!, porque si no, con los anuncios, la película y el coloquio final no entraban en el vhs de tres horas.

Hoy he vuelto a recuperar eso y mucho más, saboreando un Southern Comfort herlado, como seguro le hubiese encantado a Humprey Bogart (Dios mío, ¡cuánto hace que no me depuro por dentro viendo por enésima vez Casblanca). Ojalá hubiese ocurrido mientras devoraba una rebanada de pan con Nocilla, lo que me hubiese transportado a aquellas tardes de sábado con mis abuelos, unos y otros, disfrutando con los westerns de John Wayne y James Stewart, las películas inglesas de espías o las comedias de los Hermanos Marx.

Pero uno crece, y se hace mayor, y cambia; eso dicen. Y ya la Nocilla no es buena, y fumar es malo, y beber, nefasto, y comer, perjudicial, y amar, un riesgo, y viajar, tentar la suerte, y vivir… ¡Viva el siglo XXI! Las dichosas facturas, las obligaciones, las imposiciones del mercado si uno quiere conseguir algo en esto de escribir… Pero al final te das cuenta, creo, de que eres tú mismo el que acabas olvidando lo que fuiste o lo que querías ser, en el mismo camino para poder alcanzarlo. Y eso es una putada, sin perdón, se mire como se mire.

Suena un lacónico piano y yo termino de teclear esta filípica inconexa. Lo siento por los lectores y lloro por los ausentes. ¡Qué puñetas! Desdeño a los que van de intelectuales, de críticos iluminados y de sabelotodo artísticos que desdeñan la nostalgia en pos de un arte frío, tan falto de corazón como de pasado en el que asentarse. Hoy me he reencontrado conmigo mismo media vida atrás, y es algo que sienta fenomenal a pesar del terrible dolor.

Esta tarde iba a hacer muchas cosas pensando en un futuro que debo asegurar porque nunca se sabe. ¡A hacer puñetas! Voy a sentarme a ver una vieja película de esas que muchos jóvenes nunca podrán disfrutar porque algún hijo de la incultura se empeña en pensar que Velázquez y Cervantes son cultura pero Berlanga y Saura no. Así se aburra en el cine durante toda su vida.

Ethan Edwards cabalga hacia la puesta de sol, una vez más, y al sur de Guadalquivir empieza a atardecer, como quince años atrás.

Let’s go home, Debbie!

Estrenamos nueva imagen

He llegado de la playa con ganas de renovar la imagen de blog. Sí, ya, muchas tonterías para lo poco que escribo luego, pero en fin, ya que uno tiene ganas, para qué vamos a reprimirnos, ¿o no?

Así que aquí está este blanco sobre azul, aparentemente bastante más fácil y agradable de leer que los anteriores colores. Otra cosa, claro, es que haya algo interesante que leer, ¿verdad?

En cuanto a la fotografía de cabecera, he decidido cambiar la máquina de escribir por algo aún más visceral, sencillo y directo: el escritor, el lápiz, los papeles, los libros... ¿Que quién es el de la imagen? Pues don Ernesto (Hemingway, of course), el autor más querido, admirado y estudiado por este humilde servidor de ustedes. La foto data, más o , de la época en la que "Papa Hem" trabajaba, desde su villa cubana, en la novela Al otro lado del río y entre los árboles.

Falta poco para las nueve de la noche, Rafa Nadal lo está pasando mal para ganar (eso me van diciendo), y yo pongo punto final al post de hoy dispuesto a darme una ducha, abrir una cerveza fresca (el vaso ya se está helando en el frigorífico) y sentarme a disfrutar del concierto de Dylan en el Rock & Ríos Madrid que retransmite La 2. Para una vez que pasan un concierto por la tele, no nos lo vamos a perder, digo yo.

¡Terminé la novela! (la mía, claro)

Ya estoy de vuelta. Diez días sin escribir, madre mía... Esto no es serio. Pero tengo una justificación, que será buena o mala, pero a mí me sirve: he estado enclaustrado terminando una novela. Llevaba ya unos seis meses con ella y, de pronto, avisté el final. Es un chute de adrenalina, en serio, que te mantiene excitado durante varios días, sin poder despegarte del teclado y deseando volver a éste cuando tienes que hacer otros menesteres. Quieres ver cómo acaba, quieres ver que, realmente, pones el punto final.

Y yo lo he logrado. Oye, y es un triunfo. Porque después de varios libros de, digamos, divulgación, ya era hora de poder terminar una novela (habré empezado como media docena o más, todas inconclusas). Ahora viene el proceso de relectura, corrección, ampliación y acicalamiento. Pero lo importante, la tela buena, ya está ahí.

Así que nada, aquí estamos de vuelta, y para empezar con buen pie, haremos hoy una entrada doble... Y ya se me ocurre cuál será el segundo tema.

Es la casa de Dios... ¡Pasen por caja!

Pido disculpas ante todo por colocar aquí esta foto tan mala. Está tan movida porque la hice sin flash y con bastante rapidez después de que por dos veces me impidieran hacerla en condiciones. Por alguna razón, a los señores que controlan la entrada a la Christ Church Cathedral (o Catedral de la Iglesia de Cristo) no les hacía gracia que tirase un retrato de tan linda estampa: una caja registradora en la misma entrada. No en el acceso desdeel patio, ni en el rellano; ni una discreta mesa con una caja de puros para guardar las monedas; no. Una caja registradora en lo que se supone que es ya suelo santo.

Parece ser que en Dublín, además de estar dividida la población entre dos equipos de fútbol, también lo están por sus dos catedrales. Hay quien apuesta por la Christ Church Cathedral, que empezó a construirse en 1038, y quien prefiere la más señorial St. Patrick’s Cathedral, de 1191. Vaya, lo mismo que ocurre en Sevilla con la Macarena y la Trianera, pero en plan coleccionista de Exin Castillo (para muestra, la imagen de abajo de la Christ Church). Claro que al parecer, en su día, los partidarios de uno y otro templo se zurraban de lo lindo. Menos mal que, por caridad cristiana, hacia el año 1300 llegaron a un pacto de no agresión.

Y es que son muy listos estos irlandeses. Dirían: "Anda ya, ¿para qué darnos de 'guantás', si podemos sacarle una pasta a los güiris -porque allí, ojo, los güiris somos nosotros-, visitando el chiringuito sacro y unas catacumbas con menos encanto que un túnel del metro"?

Pues eso, que la casa de Dios en Dublín está abierta a todo cristiano piadoso previo pago de catorce euracos. Que a unos cuantos turistas despistados diarios, da para comprar muchas piezas nuevas al Exit Castillo.

Conste que esta perorata no va contra los irlandeses, que tienen la mayoría cara de bonachones pelín pirriaqueros, tipo primo de Benny Hill (de las irlandeses, mejor otro día). Digo, que no tengo nada en contra de los irlandeses, pero sí me parece una vergüenza, una desfachatez y un insulto hacia toda la comunidad religiosa -y conste que no me considero miembro-, no ya lo de cobrar la entrada a un templo, sino hacerlo, además, con una cara dura tan fresca. Y eso no pasa solo en Dublin, ni en Irlanda. No hay que irse muy lejos.

Debe ser que con tanto orgullo patrio, a algunos se les pasa por alto de qué va realmente eso de la religión, ya sea un pícaro monaguillo o el Papa de Roma. Y repito que a mí ahce tiempo que la cuestión religiosa (terrenal), plin. Pero claro, lo que me revienta es tanta hipocresía.

A más de uno se le debería aparecer uno que yo me sé y gritarle aquello de: "¡Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado!" Que parece que hay quienes presumen de leer mucho la Biblia y resulta que, como los niños, en realidad no se enteran de un... Bueno, eso.